Del libro “Cuentos y Relatos breves” (2010)
1.-
Dios, arquitecto de sueños, espejos y laberintos, nos invita a los poetas a soñar o reinventar que la luna es un barrilete con el rostro de una mariposa, un jaguar o algo así como una canción para vencer el tedio. O una inmensa aspirina para quitarnos la resaca de un desamor, por ejemplo…
2.-
Alunizo en tu pecho. Navego en la tranquilidad del mar de tus ojos. Se llenan mis sentidos de diminutos cristales de colores. El dulce aliento de la noche me sabe a fresco de guayaba. La luna se derrama sobre el patio como un bolero.
3.-
Ahora estoy claro. Treinta años después lo entiendo y se me paran los pelos. Aquella luna de diciembre de la Managua del setenta y dos se hizo añicos entre las ruinas de la ciudad desaparecida. Nunca más tendremos una luna tan hermosa como la que se apagó para siempre un veintidós de diciembre. Desde entonces, una ciudad llena de sombras y miseria duerme bajo una horrible luz de neón.
4.-
He visto la luna llena en Japón, roja como la de su bandera. Y en Holanda, rielando en los canales de Ámsterdam. La he visto en Nueva York y Ciudad México tosiendo sobre los rascacielos. Y en Moscú, blanca y desnuda sobre la plaza roja. Sé que es la misma luna de Buenos Aires, zalamera y ronroneante como un tango de Piazzola. Y la de Santiago de Cuba, redonda y frágil como un plato de china. O como la luna de Río de Janeiro en febrero, blanquísima luna de la negra diosa Yemayá. Pero la luna llena detrás de los cerros de mi pueblo es la más hermosa y distinta de todas. Inédita como una tortilla de maíz recién echada en el comal de la noche. Luna de pobre.
5.-
Yo le tengo miedo a la luna llena, -me dijo Pedro el joyero. “Desde que vi la película El hombre Lobo no hay manera que me acueste tranquilo en noches de luna” -me confesó. Mi mujer me ha dicho que dormido, a veces me da por aullar. Y yo le creo porque en esos días amanezco ronco… Pero ya fuí donde el doctor Herrera y me recetó un té de floripón para que me distraiga el sueño...
Pero a la mujer de Pedro, la Candelaria, lo que le quita el sueño son esas enormes uñas que a Pedro el joyero le crecen en noches de luna llena y con las cuales le rastrilla suavemente la espalda, y ya no digamos, ese llantito como de lobo consentido cuando hacen el amor bajo la luna, en medio del traspatio.
6.-
El único que logró tener su propia luna en el pueblo fue Paco Loco. Que de loco no tenía nada. En su casa del cerrito, dentro de un tinajón con agua del río hasta la mitad metió la luna llena y tapó el tinajón con un gran guacal. Allí la guarda sólo para él y su mujer. Pero ella dice que le gusta más cuando está tiernita y sólo ve la astillita de una luna temblorosa al fondo, donde también brillan sus ojos.
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